Crear logotipos, un proceso complejo

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Detrás del más sencillo de los resultados suele esconderse un trabajo ingente, más aun cuando hablamos del arte de crear logotipos o cualquier diseño gráfico. Concretamente, detrás de un logo, si este está producido por un profesional que evita dejar nada al azar, la cantidad de horas empleadas puede ser enorme.

Antes de seguir adelante, de todos modos, vamos a acotar qué son los logotipos: se trata del elemento gráfico y/o tipográfico que identifica a una entidad o marca. Ha de ser escalable, legible en cualquier tamaño, reproducible sobre cualquier superficie y fácil de diferenciar y recordar. Dicho esto, un logotipo no sólo refleja una identidad corporativa, sino que responde a una cultura y una época.

En cuanto al proceso, al germen del logo… No creerás que alguien dijo, de pronto, “¡Huy! ¡Una manzana mordida! ¡Ya tenemos logo para Apple!” No. Es una cuestión demasiado importante como para dejar que el azar intervenga en ningún momento, ni siquiera al principio.

Cómo empieza la creación de logotipos
Así, pues, el origen de la imagen de marca es la comunicación con el cliente. Propongámosle la siguiente cuestión: “imagínese a un empleado –no necesariamente humano- cuya labor es la de representar a la compañía: ¿Qué aspecto tendría? ¿Qué color? ¿Qué sensaciones debe transmitir? ¿Es alegre, chispeante o por el contrario más calmado y reflexivo?”
Con estas y otras preguntas semejantes obtendremos pistas sobre qué quiere el cliente y a qué público (target) se dirige, sus gustos, referentes culturales… Y todo cuanto podamos necesitar para el briefing. Sin dejar de lado, claro, el estudio de la competencia.

¿Dónde va a “vivir” nuestro logotipo?
Una vez que tenemos claro que tipo de logotipo puede venirle bien a la marca, hemos de pensar en dónde vamos a utilizar el logotipo ¿Es aplicable tanto a un sitio grande como pequeño? ¿Vertical o apaisado? ¿Se trata de un lugar estático o en movimiento? ¿Los colores del fondo, se adaptan a la imagen en primer término? ¿Vamos a tener a un público cautivo, que no tenga más remedio que mirar durante mucho tiempo la imagen o sólo la va a tener delante unas fracciones de segundo?

Por lo dicho en el párrafo anterior, no puede ser lo mismo un logotipo que se va a mostrar en las marquesinas del autobús que uno pensado para insertarse en el alerón de un Fórmula 1. Ni la complejidad ni los colores van ser iguales si queremos colocar la imagen de la empresa en el interior de un vagón de metro o si pensamos ponerla por fuera del convoy… Como ejemplos deberían bastar.

¡A los lápices!
Con lo dicho, ya deberíamos tener una idea de cómo va a ser el logo o logotipo. Pues empecemos a esbozarlo… decenas de veces. De hecho determinadas escuelas de diseño les exigen a sus alumnos –literalmente- cien ideas antes de decidirse a empezar a trabajar con una. En esta fase vale todo, puesto que para separar el grano de la paja, has de tener mucho de ambos.

Una vez que tenemos muchas ideas, vamos a quedarnos con, digamos, media docena, sobre las que vamos a trabajar con un programa de diseño vectorial como Ilustrator, Photoshop o Corel Draw. Creamos unos cuantos diseños, en blanco y negro y se los presentamos al cliente, dejándole claro que son propuestas básicas y que vamos a refinar las que mejor le parezcan.

El (largo) refinamiento del logotipo
La fase de refinamiento es, con diferencia, la que más tiempo nos va a llevar: idas, vueltas, consultas, pruebas, mejoras y cambios, siempre en contacto con el cliente. A veces el cliente se quedará con una sola idea para que la mejoremos y otras nos pedirá que desarrollemos dos o tres en paralelo, a ver cómo quedan, de ahí la importancia de un buen briefing creativo que nos proporcione un camino marcado con unos objetivos específicos, imprescindibles para una mayor precisión y entendimiento en esta parte del proceso tan determinante.

Este es el momento de ir probando colores y detalles, de añadir, quitar, sumar y restar hasta que el producto esté acabado y al gusto del cliente. Lo que no supone el final, sino el inicio de una identidad de marca.

¡A la calle!
Los logotipos no sólo se colocan sobre el papel o membrete… ha de caber y quedar estupendamente lo pongas donde lo pongas y en el formato que lo quieras usar: tanto en un cartel de cinco metros como en una caja de cerillas; en el plástico que envuelve una caja o como imagen de fondo de la pantalla de un teléfono; impreso en un lápiz o como decorado de un plató de televisión…

Durante esa última etapa, el logotipo y sus estándares a la hora de plasmarlo en uno u otro lugar se reflejan en lo que se conoce como “brand book” o libro de la marca. No olvidemos que ese “relaciones públicas” va a ser la imagen de la empresa antes incluso de que nadie pronuncie una palabra sobre ella.

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